En la última década han proliferado en todo el mundo ciertos activos conocidos generalmente como «monedas virtuales» o «criptomonedas», entre los que el bitcoin es el ejemplo más destacado. Son elementos que pretenden dinamizar y modernizar el sistema financiero en los próximos años, pero para valorar su validez como alternativa de inversión o su uso como medio de pago es preciso tener muy presentes los múltiples riesgos que generan.
Porque, en efecto, no están respaldadas por un banco central u otras autoridades. No pueden ser considerados como un medio de pago, siendo su circulación muy limitada. Su valor oscila fuertemente, por lo que no pueden considerarse un buen depósito de valor ni una unidad de cuenta estable. Sus precios se forman en ausencia de mecanismos eficaces que impidan su manipulación a diferencia de lo que sucede en los mercados regulados de valores. No están cubiertas por mecanismos de protección al cliente, como el Fondo de Garantía de Depósitos o el Fondo de Garantía de Inversores. No existe en la Unión Europea un marco que las regule, y que proporcione garantías y protección similares a las aplicables a los productos financieros. Muchas de estas criptomonedas carecen de la liquidez necesaria para poder deshacer una inversión sin sufrir pérdidas significativas. Su carácter transfronterizo hace que la resolución de cualquier conflicto resulta muy costosa, además de quedar fuera del ámbito de competencia de las autoridades españolas. Además, la experiencia demuestra que la falta de información y su carácter altamente especulativo dejan muy desprotegidos a los inversores ante posibles fraudes, estafas o robos.
Las criptomonedas han tenido un éxito creciente a lo largo de la última década debido principalmente a la extraordinaria expansión cuantitativa de la masa monetaria y a los reducidos e incluso negativos tipos de interés registrados en los últimos años; en este entorno, muchas criptomonedas han demostrado ser activos financieros capaces de actuar como reserva de valor ante la devaluación del dinero oficial sufrido en muchos países, protegiendo los ahorros de aquellos que han invertido en ellas, aunque realmente no sirvan para comprar algo concreto y tangible en el mercado.
No obstante, en los últimos meses viene observándose cómo estas monedas están sufriendo una severa corrección de su valor. Después de alcanzar cotizaciones récord, el cambio en las perspectivas económicas y la vuelta a una cierta normalización financiera con expectativas de subidas de tipos de interés en los mercados, parecen haber cambiado la dinámica de mercado de estos activos digitales. Si desde el inicio de 2020 hasta noviembre de 2021 su valor se multiplicó por 13,4, en lo que llevamos de 2022 su valor ha caído casi dos terceras partes. Así, el valor de mercado de las 500 criptomonedas más importantes del mundo se ha desplomado desde un máximo de 3,2 billones de dólares en noviembre de 2021 a 1 billón de dólares en la actualidad.
Aunque es difícil hacer pronósticos acerca de la evolución futura de estos activos, lo que estas caídas sí parecen haber puesto de manifiesto es su limitada capacidad para convertirse en activos refugio frente a la inflación, así como su limitada capacidad de resistencia ante cambios monetarios.
Ante este fenómeno es importante destacar cómo la educación financiera es indispensable para el manejo y operatividad de las criptomonedas y las nuevas finanzas digitales; especialmente ante la elevada exposición de la juventud a estos activos. Si se estima en un 12% el porcentaje de españoles que han invertido en criptomonedas, este porcentaje es muy superior, casi el doble, entre los jóvenes. Un motivo pueden ser las especiales dificultades con que cuentan para acceder al mercado de trabajo, por lo que se ven atraídos por las aparentes elevadas rentabilidades de estas inversiones y por su creencia de que conocen este tipo de tecnologías de forma más exhaustiva que sus mayores. Sin embargo, los últimos acontecimientos demuestran cómo la falta de cultura financiera les está generando cuantiosas pérdidas en sus inversiones.
Frente a este tipo de activos, que en la mayoría de las ocasiones tienen un elevado componente especulativo, es importante destacar el papel y las ventajas del dinero en efectivo. Las instituciones europeas, y en particular el Banco Central Europeo, se han pronunciado a favor del efectivo, de sus valores y sus beneficios para la sociedad. Y en particular para la inclusión social y el acceso a los servicios básicos, reclamando una legislación que armonice la aceptación del efectivo a nivel europeo.
La agresiva digitalización de los métodos de pago ha generado una importante alarma en materia de exclusión financiera y económica de grandes capas de la población. Por todo ello, es preciso alertar a las instituciones públicas de los riesgos y las consecuencias irreversibles para la economía y la sociedad de la limitación del efectivo. Ello traería consigo riesgos sociales por la creciente exclusión financiera, así como riesgos de desvertebración territorial que afectan especialmente a zonas rurales; riesgos de seguridad, al poder quedar desprotegidas industrias o áreas ante ciberataques o caídas de red; falta de alternativas de medios de pago ante situaciones de emergencia; y riesgos económicos, en aquellos casos, sectores y zonas donde el efectivo es fundamental para el desarrollo de la actividad comercial y mercantil.
Por ello la disposición legislativa que ha entrado en vigor el pasado 28 de mayo, por la que los comercios y las administraciones públicas tienen la obligación de aceptar el efectivo como medio de pago, siendo su incumplimiento objeto de multa, merece una mención especial. Se trata de un Decreto Ley que modifica parcialmente la Ley de Protección al Consumidor y al Usuario y que refleja prácticas habituales en Europa y en los Estados Unidos. Algo a tener en cuenta para los adoradores del «bitcoin».
Javier Rupérez es presidente de Denaria
Fuente: ABC