El que fuera diplomático, diputado y senador, hoy está al frente de Denaria, asociación fundada para luchar contra la sustitución del dinero real por el digital, implantando un sistema que “facilita el control” de los ciudadanos y conculca el “derecho a la privacidad”
- Ustedes luchan contra la desaparición del pago en efectivo, ¿es una guerra perdida?
Es cierto que existe una presencia importante de las tarjetas y otros medios digitales. Cuando surgieron hace 30 años, los profetas anunciaron la desaparición del efectivo y no ha ocurrido. Cada año realizamos una encuesta que nos indica lo contrario: el pago en metálico crece. Sufrió una depresión durante la pandemia, pero hoy es utilizado en el 60% de las transacciones y el 70% de los españoles quieren que el dinero real exista, incluyendo a muchos que no lo usan. En cualquier caso, nosotros no estamos en contra del dinero digital, pero defendemos la existencia del efectivo por razones económicas, sociológicas y psicológicas. Existe desde hace más de 2.000 años y no es natural que desaparezca.
- Si le parece, abunde sobre las razones favorables a la existencia del efectivo.
La más importante es la garantía de privacidad. Debemos res- petar la libertad de los ciudadanos a elegir el medio de pago que prefieran sin ser monitorizados. Cuando usamos efectivo nadie sabe dónde estamos, qué compramos, cuándo y cuánto pagamos, y eso, en principio, es bueno. Por el contrario, al utilizar sistemas digitales, nuestros datos pasan inmediatamente a disposición de mucha gente y puede generarnos problemas. Pero, además, debemos tener en cuenta otras variables. Muchas personas, bien sea por edad o educación, no comprenden el sistema digital y necesitan el efectivo, que es más fácil de entender. Tampoco podemos obviar el aislamiento, la España rural. Los bancos reducen sucursales y muchos ciudadanos no tienen acceso a cajeros ni oficinas bancarias. Son un buen porcentaje en toda Europa.
-¿A quién le interesa la desaparición del dinero real?
En principio a empresas que tienen lo digital en la base de su negocio. Sin embargo, una ley impone en España desde 2022 la obligación de admitir el efectivo como sistema de pago, aunque fija el límite de 1.000 euros. Esa norma existe en toda Europa. Algunos países permiten hasta 10.000 y otros no tienen topes. Quienes promueven el monopolio digital van contra esa ley. Incluso el propio Gobierno: el proyecto de ley de vivienda contempla que los alquileres deben pagarse por transferencia. Esa obligación es ilegal. Por otra parte, la existencia de dinero en metálico es también una cuestión de seguridad nacional. Aquí y en todos los países del mundo se han caído sistemas electrónicos que impiden comprar con tarjetas o medios digitales. Todo el mundo debería tener una reserva estratégica de efectivo en casa para hacer frente a esos momentos. No lo inventamos nosotros. Es el fundamento de los bancos centrales. Ahora, el de Europa quiere promover el euro digital para evitar los fraudes en bitcoins.
-A mí me parece que el dinero digital es un paso más hacia el control de la sociedad, ¿usted qué opina?
Por supuesto. Promover la des- aparición del pago en efectivo atenta contra la libertad. Por eso defendemos el dinero efectivo. Nuestra pelea es social, aunque no queremos ser radicales. Respetamos la existencia del sistema digital, allá cada cual con su elección, pero exigimos la existencia del efectivo.
-No obstante, cada día son más los pagos necesarios que únicamente se pueden saldar con medios digitales.
Y es una práctica ilegal en la que incurre el propio Gobierno cuando impide que las obligaciones fiscales puedan hacerse en efectivo. Trabajamos activamente para revertir estas situaciones. No será sencillo. Hablamos con todos los servicios jurídicos y administrativos del Estado. No sé si tendremos que acudir a la Justicia y llegar al Tribunal Constitucional. De momento hemos conseguido situar el problema en la atención pública.
-Entonces, ¿sobrevivirá el dinero real?
Hace 30 años profetizaron que desaparecería y las encuestas demuestran que los españoles están interesados en que siga. Suecia, en tiempos de pandemia prácticamente lo suprimió y lo han reintroducido tras darse cuenta de que la economía peligraba. No sé qué pasará dentro de cien años, pero hoy sigue existiendo y yo no lo veré desparecer. Nuestro sistema de economía de mercado no podrá sobrevivir sin la existencia de efectivo.
-En su biografía hay un hecho singular y doloroso: usted fue secuestrado por ETA.
Cierto ¿Sabe quién me secuestró?
(se produce un silencio)
Arnaldo Otegi, uno de los socios del presidente del Gobierno. Hay pruebas más que suficientes, pero, gracias a Dios, el secuestro no me dejó secuelas permanentes. Lo pasé mal. No lo puedo olvidar y no le recomiendo a nadie la experiencia de estar 31 días con la incertidumbre de no saber si al día siguiente seguirás vivo. Después he seguido haciendo lo mismo que antes: preocuparme por la libertad e igualdad de los españoles.
-¿Cómo sabe que Otegi fue uno de sus secuestradores?
Yo no vi nunca la cara de mis secuestradores. El comando estaba compuesto por cuatro personas, entre ellas, una francesa que se llamaba Françoise Marhuenda. Los otros tres salieron corriendo y se echaron en brazos del señor Giscard d’Estaing, que no nos hizo ningún favor en la lucha contra el terrorismo, pero Marhuenda fue detenida por la policía española. Tengo sus declaraciones porque me las facilitaron los fiscales que llevaron el caso contra Otegi diez años después. Marhuenda contó pelos y señales sobre el resto del comando: sus nombres, qué pistolas llevaban, calibres y qué pensaban hacer conmigo. Fueron los mismos que intentaron secuestrar a Gabriel Cisneros unos meses antes. Gabriel intentó escapar y le hirieron (le dispararon cuatro veces recibiendo un impacto grave en el bajo abdomen). Esas heridas aceleraron su muerte pocos años después. Es perfectamente reseñable quién me secuestró. Se llama Arnaldo Otegi.
-Dice que no quedó afectado por la experiencia del secuestro, ¿cómo pudo superarla?
Nunca sabes cómo vas a reaccionar tras vivir algo tan terrible. Después de ser embajador en Washington, fui el primer director del Comité contra el Terrorismo dentro del Consejo de Seguridad de la ONU. No era la primera vez que Naciones Unidas se preocupaba del terrorismo, pero nunca había tenido un comité específicamente dedicado a luchar contra esa lacra. Tuve ocasión de contemplar lo que ocurría y por qué. Es un crimen contra la humanidad. Sean cuales sean sus motivos, todos parten de creerse autorizados a disponer de la vida de los demás sin ningún tipo de razonamiento. Fuimos generando doctrinas que hoy configuran la lucha contra el terrorismo para salvaguardar la libertad de los ciudadanos en todo el mundo. Por eso no me siento psicológicamente afectado, pero me produce espanto contemplar que terroristas como Arnaldo Otegi, que nunca se ha arrepentido, ahora sean el sostén del Gobierno de España.
Fuente: Entrevista a Javier Ruperez revista Actualidad Almanzora 05 06 2024