El efectivo garantiza la inclusión financiera, la resiliencia y la confianza, según el presidente de la Asociación Europea de Empresas de Gestión de Efectivo.
Guillaume Nonain es el presidente de la Asociación Europea de Empresas de Gestión de Efectivo
Nuestros sistemas de pago están avanzando hacia una frontera digital. Las tarjetas sin contacto, los monederos electrónicos y los códigos QR están por todas partes, tentando a algunos a declarar que el efectivo está obsoleto. Pero a medida que las herramientas digitales se disparan, no debemos ignorar una verdad básica: el efectivo sigue siendo importante.
El efectivo no es solo una alternativa; es esencial para nuestra resiliencia económica, la inclusión financiera y la confianza pública. Y depende de los bancos centrales, con el respaldo de los reguladores europeos, proteger su papel en nuestro mundo en rápida digitalización.
Los pagos digitales funcionan bien, hasta que dejan de hacerlo. Tomemos como ejemplo la reciente interrupción del servicio de CrowdStrike, que dejó a millones de personas sin poder pagar la compra, cargar combustible en las gasolineras o incluso comprar un café. Cuando los sistemas digitales fallan, el efectivo sigue siendo la alternativa de emergencia, al margen de los cortes de electricidad, las interrupciones de la red y las amenazas cibernéticas. En un mundo cada vez más dependiente de la tecnología, el efectivo proporciona una red de seguridad tangible y fiable.
Los bancos centrales, encargados de salvaguardar la estabilidad monetaria, lo entienden. Sin dinero en efectivo, las economías serían mucho más vulnerables a las perturbaciones. La reciente propuesta de Europa sobre el curso legal es un paso prometedor para garantizar que el efectivo siga en circulación, proporcionando un respaldo resiliente contra crisis impredecibles.
El efectivo también desempeña un papel vital en la inclusión financiera. En la UE, unos 13 millones de adultos no tienen cuentas bancarias y millones más carecen de acceso digital. Para quienes tienen acceso limitado a Internet de alta velocidad, o simplemente no se sienten cómodos con los pagos digitales, el efectivo es la única forma viable de participar en la economía.
El proyecto de reglamento de la Comisión Europea sobre el curso legal tiene por objeto garantizar que el efectivo sea universalmente aceptado en toda la zona del euro, dando a las personas la posibilidad de elegir cómo pagar. Pero la aceptación por sí sola no mantendrá viable el efectivo. El efectivo también debe ser accesible a través de cajeros automáticos, sucursales bancarias y minoristas que ofrezcan servicios de devolución de efectivo. Para ello, los bancos centrales y los reguladores europeos deben garantizar que el efectivo siga siendo fácil de obtener y utilizar.
Los bancos centrales son responsables de garantizar un sistema financiero estable, y una parte fundamental de eso es evitar una dependencia excesiva de un único método de pago. Pero sólo la mitad de los bancos centrales europeos han puesto en marcha una política de acceso al efectivo.
Cuando unos pocos grandes actores dominan los pagos digitales, el mercado se vuelve más frágil. Si estos sistemas dejan de funcionar, o las empresas privadas deciden aumentar las tarifas o congelar las cuentas de ciertas categorías sociales, economías enteras podrían sentir los efectos. Los bancos centrales tienen el deber de garantizar que el efectivo esté disponible en todo momento como un bien público y que se mantenga la competencia justa y los pagos estables.
El efectivo representa algo que los pagos digitales no pueden reproducir por completo: la confianza. La moneda física tranquiliza a las personas porque es tangible, inmediata y libre de la intervención de terceros.
Los bancos centrales, como custodios de la confianza pública, dependen del efectivo para conectar a los ciudadanos directamente con el sistema monetario, ofreciendo una opción de pago que es universalmente aceptada y no depende de la tecnología, razón por la cual las iniciativas actuales como el euro digital que pueden resolver otros problemas de dependencia no son una panacea.
En última instancia, los pagos digitales y en efectivo pueden y deben coexistir, dando a los ciudadanos una elección real sobre cómo realizar transacciones. Al promover un enfoque equilibrado y renunciar a su postura de “neutralidad”, los bancos centrales pueden evitar una monocultura de pagos digitales y mantener una economía estable e inclusiva.
La regulación de la moneda de curso legal en Europa es un paso hacia el logro de este equilibrio, pero para que nuestro ecosistema de pagos esté preparado para el futuro, necesitamos que todos los bancos centrales adopten activa y públicamente políticas que garanticen la disponibilidad de efectivo y su facilidad de uso.
¿En resumen? Con el apoyo de los reguladores europeos, los bancos centrales pueden construir un sistema de pagos que sea seguro, inclusivo y verdaderamente resistente. Pero para ello, deben ser proactivos en la defensa del efectivo incorporando el acceso y la aceptación como prioridades de política.
Para un futuro digital sólido, los bancos centrales deben mantener el efectivo en el juego.
Fuente: The Banker