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Posiblemente en octubre de 2023 el BCE tome una decisión sobre si continuar con el proyecto o no

“Por la libertad, así como por la honra se puede y debe aventurar la vida y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres”. Esta frase de Miguel de Cervantes sacada de El Quijote podría casar con las intenciones del Banco Central Europeo (BCE) de empezar a investigar las consecuencias de embarcarse en una empresa tal como la gestación del dinero público digital. Empezar a hablar del euro digital con una cita de El Quijote posiblemente sea algo extraño, pero entendiendo la transformación que puede suponer en el sistema monetario, se hace necesaria la épica para el éxito en su implementación dadas las dificultades que conlleva.

Se suele cometer el error de pensar que el euro digital es una herramienta diseñada para los bancos, cuando en realidad es un movimiento defensivo del BCE para prepararse ante lo que pueda suceder en el futuro. No es para mejorar los procesos actuales que, por el momento, son robustos y sólidos.

En base a los cambios tecnológicos que se están desarrollando gracias a las nuevas tecnologías DLT (Tecnologías de Registro Distribuido) y blockchain, existe un riesgo real de disrupción en el mercado financiero tradicional. Estamos en un proceso de cierta liberalización del sector. De la conjunción de innovación tecnológica, liberalización e introducción de libre competencia se pueden generar riesgos para la soberanía monetaria y la estabilidad financiera en la eurozona.

Desde que el BCE anunció que comenzaba a explorar esta posibilidad, se ha especulado mucho sobre su diseño final. La realidad es que aún no hay nada decidido y posiblemente en octubre de 2023 se tome una decisión sobre si continuar con el proyecto o no. El BCE debe estar preparado para combatir la irrupción de soluciones privadas como las stablecoins y la competencia de otras CBDC (Central Bank Digital Currencies). Estas alternativas ponen en problemas el control de la oferta monetaria y los tipos de interés como transmisores de la política monetaria.

Defender la soberanía en los medios de pago es otra cuestión importante. No es un secreto que, desde el Banco Central Europeo, ven los medios de pago como un bien público a proteger al ser clave en el sistema financiero y es verdad que existe una dependencia excesiva de soluciones extraeuropeas.

Una de las claves para entender qué objetivos hay detrás del euro digital viene de la distinción entre dinero comercial y dinero de banco central. Como dinero comercial podríamos entender que es el dinero creado por los bancos. En contra, el dinero de banco central es el emitido y respaldado directamente por un banco central y debería ser un “activo libre de riesgo”. Nuestra relación más directa con el BCE es el billete físico, fundamental en la estabilidad financiera dentro de la eurozona.

Emitir euro digital no va enfocado a sustituir al efectivo, sino a complementarlo. El BCE es consciente de que, con los desarrollos en los métodos de pago y el menor uso del efectivo, existe un riesgo de perder el contacto directo con el minorista. Esto es hacer llegar directamente dinero del banco central para que siga sirviendo como ancla de la estabilidad financiera.

Hay temas importantes como lo son la innovación y el desarrollo de la eficiencia en los medios de pago, en cuanto al tiempo y al coste. El euro digital parece que podría generarlas, pero ¿necesitamos otra herramienta más si el Eurosistema ha desarrollado las transferencias instantáneas? Este es un debate interesante ya que las transferencias instantáneas están más que nunca en boga.

Bizum, con una cuota de mercado cercana al 60% en España, ha demostrado que una reducción de los costes y los tiempos ayudan a mejorar la eficiencia de los sistemas de pagos. ¿Podrían ser los pagos instantáneos el obstáculo de las CBDC? Si entendemos estas solo como un medio de pago es evidente que sí, pero las características del euro digital van más allá, desde esa respuesta defensiva, pasando por el uso off-line, la utilización de contratos inteligentes y su interoperabilidad con plataformas de DLT. Estas características son difíciles de replicar en los pagos instantáneos.

La banca podría verse afectada por incertidumbres en su statu quo, que sólo se aclararán con el diseño final. Las entidades financieras corren el riesgo de verse afectadas si la liquidez de los particulares se desvía parcialmente hacia el dinero del BCE. La salida de efectivo podría llevar a que parte de la financiación vía depósitos tenga que ser trasladada al mercado de capitales, lo que encarecería ésta.

Muchas son las incógnitas que quedan en el aire. ¿Cómo será su diseño? ¿quién podrá distribuirlo? ¿Quién podrá programarlo? Sea como fuere finalmente, solo el tiempo nos dirá si lo que veía Don Quijote eran gigantes o molinos de viento.

José Manuel Tassara de León, experto en Securities Finance de la Sala de Tesorería de Cecabank

Fuente: Cinco Días