En su nuevo libro, Brett Scott -un ex agente de bolsa en Londres- explica cómo las transacciones digitales le permiten a las grandes tecnológicas adjudicarse un desproporcionado poder sobre la población. “Estos sistemas son muy inseguros”, comenta desde Berlín. Acá, entrega sus razones para usar billetes y desechar los métodos virtuales.
Brett Scott siempre trata de pagar con dinero en efectivo. Cuando no puede -porque un comercio o servicio no le acepta billetes- se resigna a pasar su tarjeta de débito.
Esto lo hace por múltiples razones, pero la principal, afirma, es que no quiere participar activamente de un sistema financiero digital, el cual, a su juicio, beneficia a las grandes compañías y perjudica a los usuarios finales.
“Hemos estado viviendo bajo una narrativa de que más digitalización y automatización es mejor. Y en realidad, el impulso hacia unas finanzas cada vez más digitales acaba beneficiando más a los grandes actores que al ciudadano de a pie”, explica a DF MAS.
Y es que a pesar de que el dinero virtual es cada vez más utilizado (en julio de 2022 el Banco Central chileno informó que cada habitante, en promedio, posee 2,5 tarjetas bancarias), existen algunos que deciden excluirse, en la medida de lo posible, de los plásticos, transferencias y cualquier otro tipo de transacción digital.
Brett Scott es uno de ellos. El antropólogo económico y máster en desarrollo internacional de la Universidad de Cambridge trabajó largos años en Londres como bróker transando derivados. Pero con la crisis subprime decidió cambiar de rumbo: desde entonces ha sido asesor en campañas de reforma financiera en distintos países y escribió un informe de la ONU sobre el potencial de blockchain y criptomonedas. También ha sido profesor de la Singularity University en Silicon Valley.
En 2013 publicó un The Heretic’s Guide to Global Finance, un libro sobre el mundo de las altas finanzas y las formas emergentes de finanzas alternativas, monedas digitales y activismo económico.
Casi 10 años después publicó Cloudmoney: efectivo, tarjetas, criptomonedas y la lucha por nuestras carteras, una crónica sobre el cambio de paradigma en las finanzas y el poderío del dinero digital. En 288 páginas Scott relata su experiencia en el mundo del trading y ofrece una mirada poco conocida -y poco compartida- en la industria. A pesar de la comodidad que ofrecen las transacciones digitales, estas esconden un lado desconocido: bajos índices de seguridad, además de vigilancia constante por parte de grandes compañías.
“Los sistemas digitales a gran escala son muy inseguros”
Fue después de su primer libro cuando Brett Scott decidió escribir Cloudmoney. “En ese momento me di cuenta de que existían empresas fintech que creían que estaban reformando el sector financiero y haciéndolo mejor a través de la tecnología. Sin embargo, cuanto más lo miraba, más me daba cuenta de que simplemente se especializaban en la automatización, tomando el mismo sistema y simplemente haciéndolo más rápido”, explica a DF MAS.
¿Pero por qué esto es algo negativo? “El planeta está sufriendo un cambio climático, tenemos inestabilidad geopolítica y también grandes cantidades de agotamiento digital por parte de la gente. Esto significa que la narrativa de ‘todo digital’ probablemente comenzará a desmoronarse en los próximos diez años. ¿La razón? Los sistemas digitales a gran escala son muy inseguros. Así que podríamos ver un regreso del sistema de dinero en efectivo en el futuro”, indica Scott.
El obstáculo, añade, es que existe una campaña “anti-efectivo” ideada por las grandes compañías de finanzas digitales, como Visa y Mastercard: “En una economía a gran escala las grandes empresas siempre intentan automatizarse. Y lo hacen porque utilizan la automatización para reducir costos. Y es por eso que estas corporaciones son anti-efectivo, porque es difícil automatizar este sistema. Esta propaganda ha estado surgiendo desde hace bastante tiempo y no creo que se detenga”.
Su objetivo: combinar tarjetas y efectivo
Scott hace una analogía entre el sistema financiero y el de transporte: el pago digital es como Uber, mientras que las transacciones en efectivo son como el sistema de bicicletas públicas. El primero tiene múltiples beneficios, como la rapidez, sencillez y, en algunos casos, la seguridad. El segundo, en cambio, “tiene más autonomía y resistencia. No se bloquea cuando el sistema se cae, es mucho más inclusivo. No requiere que tengas una cuenta o que un banco acepte tratar contigo. También fomenta la localización de las economías”.
La idea, comenta Scott -y tal como ocurre con el sistema de transporte-, es que los pagos en efectivo y digitales coexistan en el mismo sistema: “A mucha gente le gustan ambos a la vez y los encuentran convenientes en diferentes situaciones. Imagina un sistema de transporte en el que la única manera de moverte fuera usando Uber. Se generarían enormes problemas. Tendríamos una vigilancia a gran escala, una enorme capacidad para controlar a las personas. Habría problemas masivos de exclusión, de centralización de poder, entre otros”.
“Las personas valoran muchas cosas más allá de la comodidad: como la comunidad, la autonomía y un sistema político libre. Tenemos muchas cosas más allá de la conveniencia corporativa. Desafortunadamente, a menudo luchamos para articularlas políticamente, porque estamos tan inmersos en este sistema económico que no nos permite actuar sobre esos otros deseos. Entonces necesitamos acción política para mantener un equilibrio de poder en nuestro sistema monetario y nuestros sistemas financieros”, complementa.
El caso de Italia
A pesar de que es importante la acción política, Scott afirma que “la mayoría de los gobiernos se han dejado llevar por la idea de que el progreso significa más digitalización y automatización”.
Y agrega: “Perciben que tienen que someterse a un proceso de, entre comillas, ‘transformación digital’. Dondequiera que vayas en el mundo, siempre dirán eso, lo que significa que la mayoría de los gobiernos y la mayoría de los bancos centrales creen que tienen que apoyar cada vez más la digitalización. Por eso siempre hablarán positivamente de ello”.
Pero hay solo un territorio que está nadando contracorriente: “El único país que conozco donde eso no está sucediendo es Italia, donde la nueva primera ministra nacionalista Giorgia Meloni está impulsando una narrativa pro-efectivo. Ella es probablemente la única política en el mundo en este momento haciendo eso porque la mayoría de los políticos tienen demasiado miedo de ir en contra de una narrativa de automatización”.
“Bitcoin ni siquiera es una moneda”
Parte importante del libro Scott la dedica a las criptomonedas, una industria que -a pesar de las recientes polémicas y colapsos- solo ha ido en aumento. Si bien establece que en el futuro podrían existir logros importantes, advierte que este rubro “no ha dado lugar a nuevas formas de empoderamiento e inclusión financiera”.
“A menudo ha funcionado como una especie de nuevo activo de inversión para la gente, una nueva cosa para comprar y vender, pero no se ha convertido necesariamente en un gran sistema de empoderamiento”, explica.
Y concluye: “Por ejemplo Bitcoin ni siquiera es una moneda. Es un coleccionable digital que puedes comprar y vender por dinero. Y luego puedes cambiarlo por otras cosas que tienen precios”.
Fuente: DFMAS